5 de septiembre de 2016

Hello Kitty y su brutal Homicidio ¡¡¡


Se conoce como “crimen de Hello Kitty” al caso más horrible de tortura y asesinato que haya conocido Hong Kong en muchos años. Ocurrió en marzo de 1999, Fan-Man-yee, una prostituta de 23 años es secuestrada por tres miembros de la mafia china.


Man-yee es llevada a un apartamento del distrito de Kowloon en Hong Kong, y torturada durante un mes hasta morir, una vez muerta la descuartizaron y metieron su cabeza en un peluche de Hello Kitty, de ahí el nombre del caso.

A Man-yee la abandonaron de pequeña y tuvo que criarse en un orfanato. De adolescente tuvo que sobrevivir de la prostitución y otros delitos, también se inició muy joven en el mundo de las drogas. Sus clientes eran principalmente miembros de la Tríada.

La Tríada es una organización criminal china que tiene una de sus bases en Hong Kong. Se dedican al tráfico ilegal de personas, la falsificación de tarjetas de crédito, los talleres textiles clandestinos, la falsificación, venta y distribución de todo tipo de productos, la prostitución, las clínicas ilegales, muertes por encargo, etc.
Man-yee se casó en 1996 y tuvo un hijo con uno de sus clientes, pero los escandalosos episodios de violencia que vivían los terminó por separar y ella tuvo que volver a su anterior vida. En 1997, Man-yee trabajaba en un prostíbulo del área de Kowloon. Uno de sus clientes era Chan Man-lok, un famoso y despiadado traficante, miembro de la Tríada. Ambos  trabaron una amistad, amistad que se vio truncada cuando Man-yee intentó robarle la cartera que contenía unos 3000€. El cruel traficante Man-lok le hizo devolver dicha cantidad, además de unos 20.000€ adicionales, a modo de indemnización.

Como no disponía de ese dinero, Man-lok, de 34 años, y sus dos compañeros de Tríada, Leung Shing-cho, de 27, y Leung Wai-lun, de 21, secuestraron a Man-yee. Man-lok tenía un lujoso apartamento de siete habitaciones sobre Gransville Road, el paseo de compras más famoso de Kowloon. El plan era tener a Man-yee allí encerrada, y explotarla hasta que hubiese producido el dinero que Man-lok consideraba que le debía.

Pero las cosas se torcieron por culpa de las drogas. Los secuestradores eran adictos al clorhidrato de metanfetamina, conocida como ‘hielo’. Bajo los efectos de la poderosa droga, no pudieron resistir la tentación de torturar a la indefensa mujer. Le pegaban por diversión, cuando no tenían nada que hacer, y pronto sus alteradas conciencias empezaron a tramar suplicios inimaginables y retorcidos.
Si no funcionaba la televisión ataban a Man-yee con cables eléctricos, la colgaban de un gancho en el techo y la golpeaban con barrotes de hierro. No se tomaban la molestia ni de descolgarla y se quedaba allí toda la noche.

De vez en cuando Ah Fong, una niña de 14 años, novia de Man-lok, los visitaba y se sumaba a la diversión. Obligaban a Man-yee a simular estar feliz y dar risotadas, mientras la golpeaban brutalmente. Si ella no lo hacía, la golpeaban con más violencia o la quemaban. Era como un juego para ellos. Los tres hombres encontraron en la propia cocina del apartamento todo lo necesario para sus torturas.

Le quemaban los pies con plástico derretido y cuando se hacía ampolla y supuraba le echaban aceite de guindilla para que le escociera. Le orinaban en la boca, y la obligaban a tragar la orina, castigándola a golpes cuando no conseguía hacerlo. Para llevar al extremo esta perversión, la niña Ah Fong defecó dentro de una caja de zapatos, y obligaron a Man-yee a comerse los excrementos. Ah Fong explicó en el juicio que no tenía nada contra Man-yee, y que incluso le caía bien, pero que quería saber cómo era torturar a alguien.

Man-yee ya estaba muy enferma al final de sus días, alternaba instantes de consciencia con fases de inconsciencia, mientras permanecía tirada en el suelo o colgando del techo. Una mañana, Ah Fong se despertó, fue al baño y la encontró muerta en el suelo del mismo, donde llevaba dos días tirada.

Los tres mafiosos discutieron sobre qué hacer con el cadáver, pero al no ponerse de acuerdo optaron por irse a unos recreativos. A la mañana siguiente tomaron la decisión bajo los efectos del ‘hielo’. La descuartizaron en la bañera y envolvieron los trozos en plástico para ponerlos en el frigorífico. Man-lok le dio a Ah Fong una bolsa que contenía los intestinos de Man-yee y le ordenó que la llenara con agua caliente hasta que no despidiera hedor.


Shing-cho había puesto una gran olla para hervir la cabeza y reducirla a la calavera. Hicieron una parada para comer algo. La cabeza se hervía en uno de los fogones, mientras los fideos se cocinaban en otro, incluso usaron la misma cuchara para remover ambas ollas. Introdujeron la cabeza dentro de una muñeca Hello Kitty de grandes dimensiones. Tiraron la mayor parte del cuerpo a la basura, y les dieron las extremidades a unos perros callejeros.




Seguramente nunca se hubiera descubierto el brutal crimen, pero al parecer Man-yee se estaba vengando después de muerta. La venganza se representaba en horripilantes visiones y sueños que atormentaban a la joven Ah Fong, la recordaba constantemente atada del techo y envuelta en alambres. Curioso que se espantara más de memorar aquello que de haberlo vivido. Sea como fuere a la joven novia del mafioso los remordimientos le pudieron y acudió a la policía.

Allí contó que el fantasma de la mujer a la que había ayudado a torturar y asesinar la perseguía, y los guió hasta el apartamento donde había ocurrido la macabra aventura. La policía solo identifico un diente y, por supuesto, la calavera de Man-yee dentro del peluche de Hello Kitty.


Los tres hombres fueron condenados por homicidio ya que los restos recuperados no permitieron determinar con exactitud las causas de la muerte. La niña Ah Fong no fue imputada, gracias a su colaboración durante el juicio. 

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